Sí, es cierto… Todas aquellas anécdotas, buenas y buenas palabras, metáforas desbocadas, piropos sin final, no eran mito; no. Y es que París es tan sorprendente como nunca habría imaginado.
Te atrapa, te hechiza, te cautiva, te invita a vivir.
¿Sólo un fin de semana en la ciudad del amor?
Un viaje exprés, 100% dedicado a entender la cultura francesa, sus lugares céntricos y su gastronomía.
Comencé mi viaje desde Berlín, mi sede. A la maleta, mi botella de Cruzcampo y poca ropa; en mi cabeza…puff (bastante tenía con engañarla para hacerla caer en un sueño profundo de amor hacia la capital francesa) porque a priori no lo veía muy claro por, quizás, demasiados prejuicios.
Comenzamos nuestro viaje. ¡Uy perdón! Se me olvidaba deciros que no iba solo, sino con ella. Una tal Mylette, parisina afincada en Berlín, la cual fue mi guía y compañera; y la cual me hizo la visita más entrañable aún.
Ahora sí…Comenzamos nuestro viaje desde el aeropuerto hacia su piso. Me presentó a sus padres y fuimos a desayunar en un barrio del extrarradio de la capital. Uno llamado Aulnay sous Bois.
Iba desasosegado por las referencias de Mylette hacia su barrio natal, al que definía como un vertedero de estiércol. Finalmente, la percepción que me dio fue de un humilde y pequeño pueblo del norte de España; uno de esos del País Vasco con marcados síntomas de arraigo. En pocas palabras, visita relámpago…pero me gustó y dejó con ganas de volver. Al salir del ‘vertedero’ nos dirigimos a recorrer la ciudad tras dejar las maletas en un bonito y céntrico hotel.
Era tarde ¡sólo la torre por favor!
Como buen turista, lo primero es lo primero y supliqué a mi querida Mylette que fuésemos a ver “la famosa torre esta de París tan alta y de hierro, la <<Torre Ifel>> era, ¿no?” – Oui, oui me contesta ella con el ceño fruncido bajo la delicada lluvia otoñal parisina.
Mi corazón comienza a palpitar más fuerte de lo normal, “lo francés” ha inundado mis arterias chocando con lo que palpita en el pecho. Sus palabras, su belleza… esto debe ser cosa de París.
Como no podía ser de otra manera, nuestro paseo comienza en el metro. Un gran tumulto de gentes, líneas hacia cualquier lugar y color, mucho color.
Trenes con conductor, sin conductor; antiguos, modernos y de muchísimos colores. Me agradó mucho. Aunque lo más sorprendente fue la sensación espiritual y de tranquilidad que tuve al bajar del metro y poner el primer pie en la calle. Y encontrarme con “eso”. Dar de bruces con “todo ello”.
El Arco de la Macarena no, un poco más grande
Allí estaba, el Arco del Triunfo, algo así como la Puerta de Brandemburgo o cualquier otro monumento con pinta de puerta. Impresionante. A continuación paseamos “avenida abajo” como decimos los sevillanos. Rodamos hasta un mercado navideño por la Champs-Elysees o Campos Eliseos donde paramos en todo lugar con luces. En ese momento me creo Pepe. Sí, Pepe el de Alemania, el de la película…pero en París. Al más puro estilo: “Ira, ira Myleeeeeteeee, que ejo es un Mujeo de Renault, allí otro de Peugeooo”. Y con orgullo.
Por otro lado voy viendo que el efecto París, como ciudad del amor, va dando sus frutos. Eso o la imantación de los abrigos porque Mylette se ha agarrado de mi mano y se adhiere cada vez más a mí ¡Qué canallas estos franceses o qué canalla yo! ¡El viaje promete!
Tras numerosas obras de arte y …”¡De arrrrtee!” de la mano de mi móvil, mi cara queda grabada en Lido, en la tienda más grande del mundo de Sephora y, por supuesto, en la tienda Disney.
Marché de Noel, ¿o no eh?
Pues más que un Marché de Noel parecía aquello el OktoberFest, lo que viene siendo un Weihnachtsmarkt de toda la vida de Dios en Alemania.
-¿Y eso qué es? Salchichen y cerveza por doquier acompañados de bonitos adornos navideños. A mí, me gusta.
-Mylette, llévame a la Torre Eiffel ya, ¡ofú! ¡Y dame de cenar!
Paseando y paseando llegamos a la Torre Eiffel. Fotos y más fotos; me quedo anonadado por el tamaño y la infraestructura ¡una pasada! Pero me muero de hambre y me queda poca concentración. Propongo a Mylette volver el domingo para ahora tomarnos fotos con eso que pinta en mi brazo y eso que me gusta tanto… Una Cruzcampo, sí.
Pasamos el Tour Montparnasse y llegamos al querido restaurante francés o más bien “from Brussels” y nos sentamos a degustar los famosos mejillones con patatas fritas. Suena mejor “moules et frites”. Totalmente recomendables en una cadena de restaurantes de nombre “Léon”.
Y aquí llegó. Un clásico Disney, monumentalmente animado y sí, se quedó con un cachito de mi corazón. Notre Dame. Es muy bonito poder llegar allí con tu cara de tonto y contemplar tal belleza.
À dormi…
Bonjour Paris, la ville de l’amour
Segundo día, bastante lluvioso y a decir verdad, deseando salir a la calle a degustar ‘le petit déjeuner’. Una explosión de sabores ¡con qué razón presumen los franchutes de repostería!
Hoy se presenta un día interesante aunque resumamos, que os veo dormidos. Un largo y tendido paseo por el barrio de Barbes, Basilique su Sacré Coeur, Place des Abesses, Rue Lepic, Café Amélie Poulain, el desconocido Moulin Rouge, Galerías Lafayette y alguna cosa más.
Mylette vuelve a sorprenderme llevándome a un sitio lugareño, acogedor y con olores celestiales. ¡Se ve que a esta chica le gusta comer! ¿El lugar? Chouwei de nombre, un lugar árabe donde puedes coger la carne que tú quieras y te la cocinan a la parrilla al momento. Grandísimo lugar para volver, 100% recomendable.
Por todo lo demás, qué decir, son monumentos. Una puntualización. Si vas al barrio de Barbes, deja la cartera, el móvil y todas las pertenencias de valor en casa ¡Es un chiste malo, malo, malo!
París ¿caro? Que caro ni caro…es especial, como Sevilla.
Vuelve la embrujadora y fría noche parisina. Nos dirigimos hacia un local de moda (que bien suena), pero no, ni es un local ni está de moda. Es un restaurante romántico donde nos encontramos con ciertos amigos de Mylette y familiares. Cena espectacular, gran trato, pero el precio está un poco subidito de tono ¿no?
-Pues ya no me queda nada de viaje; bueno, a dormir…
“¡Quiquirikiii!” ¡Coño, es el gallo de Francia!
Último día, cansados, día lluvioso… Esto empieza con mal pie. En el aire se palpa la inestabilidad emocional; Mylette tiene que despedirse de París ¡se vuelve conmigo a Berlín!
Pisamos rápidamente la Torre Eiffel, fotito de marca Cruzcampo para el álbum, y despedida de sus familiares. Mi primer viaje a París va llegando a su fin.
Conclusión…
La lluvia en Sevilla es una maravilla. Pero ¿y esto? París, una gran ciudad, gran urbe, ciudad de amantes desolados, de personas desoladas queriendo ser amadas, de amantes de oro o diamantes de oro. Lujo, color, alegría, simpatía, enriquecedor, cultural, sensitivo. Ven, ven y acaríciame la miel, Mylette.
Estoy convencido de que un hechicero embrujó París de romanticismo hace muchos años…
***Todo comentario malsonante ha sido originado de manera totalmente espontánea, o sea, inofensivamente escrita. Toda falta, propiciada adrede.
París increíble, apasionante y maravillosa.